Extraño

Agustín Cassano
3 min readApr 30, 2020

30–04–2020. Día 42 del año de la cuarentena.

Río de Quilmes. 6 de octubre de 2019.

Extraño el viejo mundo. Pero el viejo mundo ya no existe, ya es historia. No me gusta hacer futurología, pero estoy seguro de que ese mundo no vuelve –al menos en el corto plazo–. Indefectiblemente, algo en nosotros va a cambiar. Quiero el futuro que llega. Nos va a llenar de incertidumbre y desafíos.

Pero principalmente en estos días extraño el viejo mundo. Quiero salir y dejar de extrañar las cosas que hacíamos y que hacían que nosotros seamos realmente nosotros. Estar encerrados hace más de 40 días hace que no seamos enteramente.

Extraño a mis amigos, los abrazos, los chistes, las birritas después de las 7. Extraño salir a caminar y respirar el aire, puro o no, pero contaminarme del afuera. Extraño aburrirme, pero aburrirme afuera y aburrirme adentro. Quiero ponerme triste y tener la opción de elegir el lugar dónde estar triste, dentro o fuera de una casa. Llorar mientras camino o ando en bici o sonreír mientras veo la mínima expresión de humanidad en la calle. Extraño la rabia, la bronca, la impotencia. La adrenalina diaria que nos da cuenta que al fin y al cabo somos personas.

Extraño ver un atardecer. Pero no desde la ventana de casa. Extraño ir al Río y verlo. Sentirlo. Solo o compartido. Seguir la huida del sol y ver el color único del cielo. El alba también lo extraño. Extraño tener que despertarme chinchudo con el ruido de la alarma, ser valiente y apagar el despertador. Extraño los olores, la rutina del amanecer. Los sonidos del comienzo de un día nuevo que comienza y que depara quién sabe qué sorpresas. Desde un encuentro inesperado a un día igual a todos los demás. Extraño saber que cada día puede cambiar con las acciones que realizamos y que puede ser bonito u horrible.

Extraño ver la luna desde la ruta, la autopista o la calle sabiendo que no la voy a alcanzar, pero con la sensación de que puedo tenerla si avanzo un poco más en el camino.

Quiero ver a mis amigos. Sí, de vuelta, quiero estar con mis amigos y mis amigas. Los quiero abrazar, molestar, hacerles chistes, enfurecerlos, alegrarlos, juntarme a cenar. Revivir las anécdotas del pasado y generar nuevas para la posteridad. No quiero seguir aferrado a lo que fue, pensar en que por suerte la última vez que estuvimos juntos nos divertimos como siempre y aprovechamos cada segundo cagándonos de risa.

No quiero estar más encerrado con todas las comodidades, quiero la incomodidad que implica vivir. Quiero arriesgarme y jugarme la vida afuera. Quiero tener esa opción del destino en la que cruzando la calle un auto me pueda atropellar o caminando al borde de un sanjón pueda caerme y romperme el pie.

Extraño que el viento me pegue en la cara cuando miro desde el tren, mientras vuelve de Constitución, y preguntarme qué es de la vida de aquellos que viajan conmigo o de quienes esperan en cada estación para subirse hacia quien sabe que destino.

De nuevo, extraño la vida de antes sabiendo que aproveché cada minuto de los últimos años y viví intensamente. No veo la hora de poder volver a abrazar y sentir a quienes extraño. Si algo me va a dejar este encierro es saber valorar más los abrazos y besos. Y saber que van a tener que durar más. Pero, mientras tanto, extraño.

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