Mirar a la pared

Agustín Cassano
3 min readAug 26, 2020

No me gusta mirar a la pared. No sé qué trauma tendré que la cabeza no se quiere acordar, pero lo cierto es que si me siento y miro a la pared no la paso lo suficientemente bien.

Es horrible sentarse a comer mirando a la pared. ¿Qué otra cosa podemos imaginar más que pensar en cómo se hizo esa manchita en el blanco que estoy mirando? ¿Hace cuánto está esa sangre de mosquito chorreada tal como resto fósil?

Es detestable sentarse en una sala de espera y mirar a la pared. ¿Qué más me hace pensar esa pared en querer irme ya mismo o en que me estoy muriendo de dolor y todavía no me atienden?

Abominable es no poder ver más allá cuando niño te hacían mirar a la pared o sentarte con la vista dirigida allí luego de que hayas hecho algo malo.

No hay forma. No hay modo. Que aburrido es mirar a la pared. Te corta las piernas de la imaginación es como el cierre de los cinco sentidos mirar a un cacho de durlock o de ladrillos o de lo que sea. Mirar a la pared es no tener salida.

¡Ni siquiera un empapelado te despierta el bichito de la creatividad!

Por eso siempre elegí las ventanas. En mi vida una ventana es un mundo de sensaciones, una puerta hacia un cuento, un poema… La vida misma reflejándose allí o la historia que todavía no se contó. Por eso, siempre, prefiero y elijo las ventanas. Las camas de hoteles cerca de una ventana, el lado de la ventana en un viaje en micro o avión.

Mi casa está llena de ventanas. Es más, varias ventanas es una pared gigante. No es que sea un voyeur, pero a veces me hipnotizo con la gente que compra en la verdulería de enfrente o con los personajes que pasan.

Para destacar, la ventana me dio una historia que algún día escribiré. Pero es la historia de dos personas que se aman y se ven cuando hay un tercero que no lo permite.

Saber que miro a una ventana es saber que tengo la garantía de que el día es día y la noche es noche. En cambio, mirando a una pared ¿Qué puedo saber? Da igual. No hay una precisión horaria que me diga que ahora que estoy mirando a la pared son las 5 de la tarde.

En la ventana escribo y hacia allá miro, para ver qué puede inspirarme. Pero lo cierto es que, si bien prefiero las ventanas, la pared me hizo escribir esta historia y si me dio algo de creatividad puede invalidar todo lo que escribí anteriormente.

La pared funcionó como hoja en blanco, pero la ventana es como destapar los nervios después de dar un beso. Nunca sabés para donde va a rumbear la historia.

--

--